PRÓLOGO- Diálogo para un teatro político revolucionario
Teatro- Del latín theatrum y del griego theatron. Lugar para contemplar.
Político- Actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo.
Revolucionario- Perteneciente a la Revolución.
Revolución- Del latín Revolutio, onis. Cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales de una nación. Astr. Movimiento de un astro a lo largo de una órbita completa.
(RAE)
A.S- ¿Y dice usted que se llama En defensa de un teatro político-revolucionario?
L.B- Sí, así es.
A.S- Es un mal título.
L.B- (Se queda pensando)
A.S- ¿De qué va la obra?
L.B- De nuestra cultura. Estamos hablando de la cultura, así, en términos generales. Nuestra cultura. Y también de política, palabras y teatro.
A.S- Es un mal título. El teatro no puede ser hoy un expediente didáctico ni una institución moralizante, ni un mero instrumento político.
L.B- En eso estamos de acuerdo. No queremos eso. No. No. No.
A.S- ¿En defensa de un teatro político-revolucionario?
L.B- Sí.
A.S- Es un mal título.
L.B- Ya.
A.S- ¿Es una obra de teatro documento?
L.B- Así es. Es una obra sobre la crisis.
A.S- ¿La crisis, en términos generales?
L.B- Sí. Pero sobre todo la de los jóvenes. La gente de mi generación.
A.S- La crisis. Yo creo que es un buen tema. Resulta estimulante ver a gente de su generación queriéndose comprometer con el teatro.
L.B- He leído su Diálogo para un teatro vertebral.
A.S- A pesar de todo, tengo más notoriedad de la que me gustaría tener.
L.B- Le confieso que llevo días dándole vueltas a la idea de hacer un diálogo socrático.
A.S- ¿Un diálogo socrático?
L.B- Perdone que me exprese tan mal. Es que me pone usted nerviosa. Aunque estemos hablando de forma ficticia, me pone usted nerviosa. Porque estoy utilizando sus réplicas. Porque estoy utilizando frases suyas. Frases de libros. Y estoy manipulando sus frases. Sus bonitas frases de libros. No quiero que parezca una falta de respeto. No se me da bien esto. No se me da bien lo del debate filosófico. Mierda. La cuestión es que… lo que yo quiero contarle es que he leído en esa obra…
A.S- ¿El Diálogo para un teatro vertebral?
L.B- Sí, el Diálogo para un teatro vertebral. He leído una frase que dices, que dice usted, “algún día alguien hará un teatro rojo y nuestras ideas serán tenidas en cuenta”, y eso.
A.S- …
L.B- Que soy yo. Que vengo a hacer un teatro rojo. Sí. Un teatro rojo. Que he leído su frase y de todo lo que ha dicho, de todo, me quedo con esa, la última frase. Soy yo. Ya estoy aquí.
A.S- Pero qué joven es usted.
L.B- Últimamente, que estoy más cerca de los treinta, mucho más cerca de los treinta que de los veinte, todo el mundo me dice que soy joven. Pero dejemos eso, que no le voy yo a aburrir con mis asuntos personales, que estoy aquí, bueno, que si le he convocado, aunque sea de forma ficticia, es para hablar de teatro.
A.S- Hacer teatro es implicarse en la vida social, comprometerse en las luchas de esa sociedad.
L.B- Sí, eso creo. Perdone que me quede usted, Alfonso Sastre, como personaje, un poco encorsetado. Le falta, “realidad”, soy consciente de ello, pero no es fácil, no de este modo. Quizás algún día tengamos una conversación de verdad.
A.S- La Verdad. Ese sí que es un tema.
L.B- Sí, sí, sí. La Verdad. Esto ya se parece un poco más a un diálogo socrático. Me refiero a un diálogo de Platón. Platón en todos los diálogos utiliza, para hablar de la Verdad , un personaje ficticio, Sócrates. Que a su vez fue una persona real. ¿No le parece gracioso? Pero no sé por qué le explico algo que usted conoce tan bien. Disculpe mi torpeza, pero tiene que ver con mi naturaleza espontánea, con mi verdad.
A.S- La Verdad. Ese sí que es un tema.
L.B- Perdón, perdón. Que he cortado su intervención. Claro, como soy yo la que escribe estas líneas, pero prosiga, por favor.
A.S- La realidad nada tiene que ver con la Verdad.
L.B- Pues eso digo yo. Pero… y espero que no me tome por una estúpida, ¿qué es lo que estamos haciendo aquí usted y yo?
A.S- Las fábulas no tienen nada que ver con la falsedad, con la mentira, con el engaño. Las fábulas son caminos pactados de acceso a la verdad.
L.B- ¿Quiere decir que es una fábula? ¿Lo que hacemos usted y yo es una fábula?
A.S- Sobre esta situación no puedo hablarle.
L.B- ¿Por qué?
A.S- Porque esta situación no ha pasado y por tanto no está documentada, ni en ninguno de mis libros, y usted me está escribiendo con relación a lo que encuentra en mis ensayos.
L.B- Ah, es verdad. Perdone de nuevo mi ignorancia.
A.S- La verdad. Ese sí que es un tema.
L.B- Sí, sí. Volvamos al tema de la verdad. O, a lo mejor, ¿podemos hablar del documento? Es un poco contradictorio eso del teatro documento, ¿no cree?
A.S- No estoy y nunca he estado en las filas del teatro documento. Estoy con ustedes- les decía yo, tanto a Piscator como a Weiss- en cuanto a los objetivos, pero intento alcanzarlos inventando fábulas, imaginando historias, sobre la base de los datos que la realidad me procura.
L.B- ¿Pero usted ha hablado realmente con Piscator o con Weiss, o hace como yo y se lo inventa? Ya, ya sé que no puede contestarme tampoco a esto. Estoy de acuerdo con usted, en eso de la fábula, de la verdad de la fábula o algo así, pero que es mentira.
A.S- La irrealidad.
L.B- Eso.
A.S- Las fábulas no tienen nada que ver con la mentira, con el engaño. La “irrealidad” no es la mentira; la “irrealidad” de las fábulas -el que tal cosa no haya sucedido en el mundo de lo real- es una “irrealidad dialéctica”.
L.B- ¡Eso es lo que tenemos, una “irrealidad dialéctica”! ¿Puedo tutearle?
A.S- Si crees que puedes.
L.B- Entonces mejor no.
A.S- La “irrealidad dialéctica” forma parte de las fábulas. Dicho de otro modo, las dialécticas de lo imaginario, o sea del acceso poético a la realidad profunda de las cosas, que eso –esa “realidad profunda”- es la Verdad.
L.B- ¡Ah! ¿Lo de las metáforas?
A.S- Las metáforas nos ayudan, mediante la autonomía del nivel poético al desvelamiento de la realidad, a ese desvelamiento… que es la verdad.
L.B- Yo también tengo una metáfora. En mi obra.
A.S- ¿En defensa de un teatro político-revolucionario?
L.B- Sí.
A.S- Es un mal título.
L.B- Ya.
A.S- ¿Y qué metáfora?
L.B- La Odisea. Ulises.
A.S- ¿Ulises?
L.B- Sí.
A.S- Ulises y la crisis.
L.B- Sí.
A.S- Me refiero al título, ese es un buen título: Ulises y la crisis. Yo también hice una obra sobre Ulises, no sé si la conoces. Y… ¿Qué tiene que ver Ulises?
L.B- Ah, eso, pues… a ver. De la crisis, de lo que es la crisis, esa crisis global, a mí me interesa el tema de los que se tienen que marchar fuera, de los jóvenes que tienen que irse fuera porque aquí no hay trabajo. Pero no le voy a hablar de estadísticas, no me gustan las estadísticas en el teatro. ¿Es teatro lo que estamos haciendo? Sí, sí, ya sé que sobre este tema no puede contestarme, quizás algún día me conteste. Pues eso, los jóvenes y los no tan jóvenes y la falta de trabajo.
A.S- Yo no suelo decir esta palabra en mis escritos pero me vas a permitir que la diga: eso es una gilipollez.
L.B- ¿Una gilipollez?
A.S- El tema es una gilipollez.
L.B- ¿Y entonces, de qué se supone que debería hablar?
A.S- De la resistencia.
L.B- ¿De la resistencia?
A.S- Si todos se van… Si nadie tiene hijos en su tierra ¿quién se queda aquí a hacer la resistencia?
L.B- ¿Pero yo creí que estábamos hablando de revolución no de resistencia?
A.S- A veces no queda otra que hacer la resistencia.
L.B- ¿Es usted quien habla o soy yo? No me parece su estilo.
A.S- La resistencia y la revolución en Weiss son, prácticamente, la misma cosa. ¿Conoce usted a Weiss?
L.B- Lo conozco, como lo conozco a usted.
A.S- Debe usted saber que yo he escrito mucho sobre Weiss.
L.B- Sí, ya lo sé.
A.S- Noto cierto resquemor en su tono.
L.B- Es que cada vez que pienso en algo, usted está ahí.
A.S- ¿Yo?
L.B- Sí, usted. Cada vez que intento hacer algo, que llego a una conclusión sobre el tema que nos ocupa, teatro político, teatro documento…
A.S- Yo no estoy y nunca he estado en las filas del teatro documento.
L.B- Lo que quiero decir es que cada vez que pienso en una obra o un autor sobre este tema, me encuentro con usted, con una referencia sobre usted. Hasta cuando pensé en Ulises, después voy y me entero que también usted tiene uno.
A.S- A lo mejor podría haber leído toda mi obra antes de empezar.
L.B- Es que usted escribe mucho.
A.S- Demasiado. Sí. Ulises y la crisis. ¿Por qué Ulises?
L.B- Estoy buscando un tema común.
A.S- ¿Un tema común?
L.B- Un lenguaje común, por ejemplo entre usted y yo. Algo de lo que podamos hablar y nos entendamos. Una vía de acceso para el entendimiento entre usted y yo.
A.S- ¿Para que nos entendamos?
L.B- No sólo usted y yo. Busco una imagen. Como la de Ulises. Una imagen que puede asumir mi generación y la anterior, y la anterior. Mi generación, y la siguiente y la siguiente.
A.S- Un mito.
L.B- Sí, eso es, un mito.
Silencio
A.S- Una de las funciones cardinales de la poesía es mostrarnos el otro lado de las cosas, lo maravilloso cotidiano: no la irrealidad, sino la prodigiosa realidad del mundo. Pero la religión y sus burocracias de sacerdotes y teólogos se apoderan de todas esas visiones, transforman las imaginaciones en creencias y las creencias en sistemas.
L.B- Acabada la violencia de las estructuras, empieza la violencia de los silogismos.
A.S- La poesía y la historia se complementan, a condición de que el poeta sepa guardar las distancias. Un momento, ¡estas palabras no son mías!
L.B- Sí es cierto, son de Octavio Paz.
A.S- No puede usted cambiar las reglas del juego así.
L.B- Perdóneme, de nuevo, le pido perdón por el abuso.
Silencio
L.B- Platón amaba la obra de Homero.
A.S.- ¿Y eso que tiene que ver?
L.B- Lo del diálogo socrático.
A.S- No la entiendo.
L.B- Que cuando a Sócrates le dan a elegir entre beber cicuta y exiliarse, prefiere beber cicuta.
A.S- Sigo sin entenderla.
L.B- Sócrates es el primero en hablar de verdades. Es el primero en cuestionar la verdad de los poetas. La verdad que en toda poesía se esconde, por eso habla de verdades, de las verdades de los hombres. La primacía de la razón. Por esta razón obligan a Sócrates a beber cicuta o a exiliarse. Cuando a Sócrates le dan a elegir entre beber cicuta y exiliarse, prefiere beber cicuta. No hay para él peor muerte que la del exilio. Después llega Platón, y para hablar de verdad utiliza un personaje ficticio que es Sócrates. Además, promueve la expulsión de los poetas de su “estado ideal”. Sin embargo ama la obra de Homero que es quien escribe La Odisea.
A.S- ¿Y qué?
L.B- Pues que el protagonista de la Odisea es Ulises que, al igual que Sócrates, prefiere la muerte antes que el exilio. Porque el exilio es como estar muerto. Prefiere la muerte a no volver a Ítaca.
A.S- …
L.B- Pues que ese personaje, interpela directamente a Sócrates. ¿No le parece a usted una ironía socrática?
Silencio
A.S- Yo diría que está usted haciendo trampa con esa argumentación.
L.B- Sí, es posible. Los poetas son tramposos también, de eso se les acusa.
A.S- ¿Qué quiere, hacer usted política con el teatro?
L.B- Sí.
A.S- Ese teatro significa una extrema reducción del componente lúdico del arte. No es lícito pedir al teatro en general consecuencias sociopolíticas inmediatamente objetivables.
L.B- Sí lo sé. Pero entonces… ¿qué hacemos?
A.S- Tengamos un momento de verdad.
L.B- ¿En la metáfora?
A.S- ¿Cuántos personajes tiene usted?
L.B- ¿En la obra?
A.S- En esa pieza que usted quiere escribir.
L.B- Perdóneme, es que no sabía si usted y yo contábamos como personajes. Si usted y yo no contamos, son dos personajes y el coro de sirenas.
A.S- ¿Y qué hacen?
L.B- Los dos personajes están mirando al mar.
A.S- ¿Mirando al mar?
L.B- Sí, y también dando un concierto de despedida a un barco.
A.S- Ya, pero y ellos ¿qué hacen?
L.B- Nada.
A.S- ¿Nada? ¿Quiere usted decir que no hay acción? ¿Qué no hacen nada?
L.B- Sí hacen algo.
A.S- ¿El qué?
L.B- Resistir. Resistir el canto de las sirenas.
A.S- Eso no es teatro.
L.B- ¿No ha dicho usted que teníamos que hablar de resistencia?
A.S- ¿Por qué me incluye usted entre sus planes?
L.B- ¿Lo ve? A veces no hay que hacer nada para que a uno se le caigan encima las circunstancias. Resista.
A.S- Eso no es teatro.
L.B- Para mí el teatro es el que te cae como una losa encima y después de haberte caído, te levantas, pero recuerdas que te has caído, te quedan marcas.
A.S- Me aburre.
L.B- Pues eso. Pero no puede marcharse.
A.S- ¿Por qué?
L.B- Porque le he caído encima. Y que conste que es porque lo admiro. Que yo no voy cayéndole encima a la gente.
A.S- ¿Y cuánto tiempo vamos a estar aquí? ¿Me tiene aquí secuestrado?
LB- Resista.
Se quedan un largo rato contemplándose el uno al otro.
L.B- ¿Es esto teatro?
A.S- Esto es verdad.
Silencio
L.B- Que ya estoy aquí.
A.S- ¿Cómo dice?
L.B- Que estoy aquí, que ya he venido. He venido a hacer un teatro rojo. ¿Quiere que le lea mis apuntes? Mis testimonios, quiero decir, los testimonios que he recogido sobre el exilio. Los exiliados de antes y los de ahora. Los exiliados en la propia patria. ¿Se ha sentido usted así? ¿Se ha sentido exiliado en su propia patria? Sí, ya sé, ya sé que no ha estado usted nunca en las filas del teatro documento, pero resista. Me parece útil, la utilización del documento, si queremos hacer un teatro rojo, si queremos hacer un teatro político, un teatro revolucionario. Un teatro político revolucionario es un teatro que habla, fundamentalmente, de la revolución. Que hace la revolución. Que piensa la revolución. Que no vive si no es en la revolución. Que es la revolución en sí mismo. Radical es la palabra, al fin y al cabo, ser radical no es otra cosa que irse a la raíces. Pero no se preocupe, que tendré en cuenta sus ideas, que habrá tiempo para la ficción, para la poesía, para la contemplación y para la música. ¿Cuál le parece un buen título para hablar de los Atridas? Quiero decir, de los apátridas. No se preocupe, que tendré en cuenta sus ideas. Que aunque lo tenga secuestrado ya le he dicho que lo admiro y hay tiempo, hay tiempo para ir y para quedarse, y para partir sin alma y para oír la dulce voz de una sirena.
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